En el panorama electoral actual, algunos aspirantes a cargos públicos están recurriendo a figuras internacionales como el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y el presidente de Argentina, Javier Milei, presentándolos como arquetipos de liderazgo y modelos a seguir. Sus nombres resuenan en el discurso político, simbolizando una búsqueda de referentes en la gestión pública.
Uno de los candidatos, Manfred Reyes Villa, ha manifestado recientemente su convicción en su capacidad para transformar la nación. En una declaración pública, trazó un paralelismo con la trayectoria de Bukele, quien también ejerció como alcalde antes de ascender a la presidencia, sugiriendo que Bolivia podría alcanzar una autonomía financiera similar a la que, según él, ha logrado El Salvador. Por su parte, Branko Marinkovic, candidato al Senado por Alianza Libre, ha expresado su inclinación por un modelo de gobierno que priorice ajustes rápidos en lugar de cambios graduales, estableciendo una clara analogía con la administración argentina. Anteriormente, Samuel Doria Medina, aspirante presidencial de Alianza Unidad, también había manifestado su intención de replicar políticas inspiradas en Bukele. En diversas comunicaciones, Doria Medina señaló su propósito de importar estrategias para la reducción del crimen y la mejora del sistema penitenciario, argumentando que una mayor seguridad impulsa la prosperidad económica, y visualizando una transformación profunda para Bolivia que emule la de El Salvador.
Sin embargo, un grupo de analistas políticos advierte que estas comparaciones y aspiraciones de imitación podrían ser engañosas. Existe un consenso en que ni el contexto boliviano actual ni el perfil de los candidatos en cuestión permiten establecer paralelismos genuinos con las administraciones de Bukele o Milei.
El politólogo Franco Gamboa, por ejemplo, minimiza la relevancia de la experiencia de Bukele como alcalde, considerándola una mera coincidencia. Gamboa subraya que la trayectoria política de Bukele es fundamentalmente distinta, especialmente su reciente reelección presidencial, lo que lo distancia significativamente de una experiencia exclusivamente municipal, a diferencia de algunos candidatos bolivianos. En la misma línea, el analista Rafael Archondo reconoce las habilidades administrativas que se adquieren en el ámbito municipal, como la gestión de proyectos y la interacción directa con la ciudadanía. No obstante, Archondo enfatiza que la gobernanza a nivel nacional implica desafíos macroeconómicos y problemáticas más abstractas que, por lo general, no forman parte de la experiencia edilicia.
Franklin Pareja, otro politólogo, sostiene que el perfil de Bukele no se asemeja al de ninguno de los candidatos bolivianos. Pareja describe a Bukele como una figura rupturista y antisistema, que se enfrentó al establecimiento político de su propio partido. Explica que Bukele emergió en un El Salvador marcado por la corrupción sistémica y lazos entre la clase política y el crimen organizado, posicionándose como un adalid contra el sistema tradicional, la corrupción y la crisis de valores.
Adicionalmente, los expertos alertan sobre la posible impresión de que las situaciones económicas de Argentina y Bolivia son similares, lo que lleva a algunos candidatos a adoptar a Milei como referente. No obstante, se destaca que la crisis económica de Bolivia trasciende la inflación, constituyendo una problemática estructural profunda, caracterizada por una fuerte dependencia de los hidrocarburos y una debilidad inherente en el aparato estatal.
Gamboa profundiza en esta distinción, señalando que la economía argentina es más diversificada y competitiva, con una menor dependencia de los hidrocarburos, y su recuperación económica está ligada a empréstitos y condicionalidades. En contraste, Bolivia presenta una vasta burocracia y un arraigado clientelismo partidario, mientras que Argentina cuenta con una estructura de funcionarios públicos más profesional y con carreras establecidas. Archondo coincide, afirmando que la crisis en Bolivia es considerablemente más compleja de abordar que la experimentada en Argentina. Diferencia el desafío de controlar la inflación, algo que Bolivia ha logrado históricamente en 1956 y 1985, de los problemas fundamentales del país relacionados con su modelo económico, la generación de riqueza y el funcionamiento general del Estado. Archondo concluye que Bolivia no requiere necesariamente un líder al estilo de Milei, sino a alguien capaz de edificar un modelo completamente nuevo