El pelazo de Javier Milei nos tapa la vista de lo que pasó el domingo en Madrid. La fiesta del orgullo facha puede interpretarse como una verbena estrafalaria —ay, esas masas campesinas aplaudiendo a Marine Le Pen, la candidata que promete volcar los camiones de fruta española— o como el renacer de Vox con ayuda de sus primos fortachones. Santiago Abascal comandaba un avión en caída libre de votos (salvo en Cataluña) e incapaz de reclutar cuadros fuera del pijerío ultramontano o del friquismo. A diferencia de otras, la sucursal hispana de la internacional reaccionaria no salía de su nicho. Milei, Le Pen, Meloni, Orbán y demás jefes de Estado, de Gobierno o serios aspirantes a ambos, han palmeado las espaldas flacuchas de la ultraderecha española porque saben que, como decían en La bola de cristal, solos no pueden, pero con amigos, sí.

Related Articles

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *