La aspiración de Santa Cruz de albergar la final de la Copa Sudamericana se desvaneció, generando un impacto negativo considerable tanto a nivel local como nacional. En medio de la búsqueda de responsabilidades, diversas voces señalan distintos grados de implicación en el estancamiento de las obras de remodelación del estadio Tahuichi Aguilera, un proceso que, cabe destacar, careció de la necesaria transparencia ante la ciudadanía. La confirmación de la descalificación se hizo pública en un momento de amplia difusión, marcando un punto de inflexión en la expectativa regional.

La resolución, emitida el 11 de septiembre, frustró la posibilidad de que la región fuera anfitriona de uno de los encuentros futbolísticos más trascendentales del continente. Esta fecha, que evoca en la memoria global el trágico suceso de las Torres Gemelas en Nueva York en 2001, ahora también quedará asociada a esta frustración deportiva.

Los distintos actores involucrados en esta significativa pérdida continúan enfrascados en un intercambio de acusaciones, un escenario que, si bien dista de ser constructivo para el desarrollo deportivo, subraya la interconexión fundamental entre estas entidades y el ecosistema futbolístico nacional.

Las administraciones departamentales, propietarias de los principales recintos deportivos en las urbes centrales del país —como el Félix Capriles en Cochabamba, el Hernando Siles en La Paz y el propio Tahuichi Aguilera en Santa Cruz—, han sido objeto de críticas por su aparente inacción o escaso compromiso en proveer a sus ciudadanos instalaciones deportivas que generen orgullo y sean adecuadas para el disfrute de eventos cada fin de semana.

En este contexto, la postura de los clubes más prominentes de Santa Cruz merece una consideración aparte. Mientras el escrutinio público se centra en las autoridades departamentales y otros estamentos gubernamentales, la inactividad de las principales instituciones futbolísticas de la región ha sido notoria. Ninguno de estos clubes ha presentado un balance claro sobre las repercusiones económicas que han enfrentado —y continúan enfrentando— desde el 22 de mayo, fecha en que el Tahuichi Aguilera clausuró sus instalaciones para dar inicio a las obras de adecuación, con miras a la Final Única de la Copa Sudamericana 2025.

Cabe destacar que ninguna de las dos entidades posee un estadio propio apto para encuentros de Primera División. Ante el cierre del Tahuichi, se han visto obligadas a utilizar el estadio de Montero en el caso de Blooming, y el recinto de Real Santa Cruz para los partidos de Oriente Petrolero, a fin de cumplir con sus compromisos en los torneos nacionales. Las pérdidas económicas acumuladas desde entonces no pueden atribuirse únicamente a la decisión de la administración departamental de cerrar el Tahuichi, sino que recaen en gran medida en la falta de infraestructura propia de los propios clubes.

A pesar de este revés, la mira está puesta en la posibilidad de ser anfitriones de la Copa Sudamericana en 2027. Este lapso de dos años representa una ventana crucial que el fútbol no puede permitirse desaprovechar. Es imperativo que el entramado político se movilice para modernizar el principal escenario de Santa Cruz, una región reconocida como cuna de talentos para el fútbol nacional. La situación exige una intervención decidida para ofrecer una solución viable tanto a nivel nacional como continental.

Proyectos como el Blooming Arena y La Refinería, que en su momento generaron gran expectativa, parecen haber caído en el olvido. Urge reactivar estas iniciativas para que los clubes demuestren coherencia con su envergadura institucional y con el compromiso hacia sus bases de aficionados y socios. La responsabilidad de impulsar este cambio recae directamente sobre ellos

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