La nación boliviana ha optado por un nuevo rumbo político, eligiendo al senador Rodrigo Paz como su próximo presidente. Este cambio se produce tras casi dos décadas de gobiernos de izquierda, marcando una transición que, si bien busca la renovación, evita rupturas drásticas en el tejido social. Paz, de 58 años, asumirá la presidencia el 8 de noviembre, consolidando su victoria en la segunda vuelta electoral con el 54% de los sufragios frente a Jorge Tuto Quiroga. Su ascenso al poder lo convierte en el primer líder opositor al Movimiento al Socialismo (MAS) en ser elegido democráticamente desde 2005.
El compromiso central de Paz es revitalizar la economía del país, prometiendo una desregulación que no descuide a los sectores más vulnerables. Durante su campaña, articuló una visión de capitalismo para todos y la eliminación de lo que denominó el Estado tranca, un sistema que, según su perspectiva, obstaculiza el desarrollo. Para lograrlo, su administración planea implementar una serie de medidas destinadas a superar la actual crisis económica, incluyendo la reducción de impuestos, el fomento del crédito, la implementación de subsidios diferenciados para los combustibles y una significativa descentralización del presupuesto hacia los departamentos y provincias.
La victoria de Paz se entiende, en gran medida, por un notable giro en el electorado. A pesar de una trayectoria política que se remonta a más de dos décadas, habiendo servido como diputado, alcalde y senador por Tarija, Paz logró proyectarse como una figura ajena a las estructuras tradicionales, resonando con la demanda de nuevas caras en un panorama saturado. Un elemento crucial de su triunfo fue la captación de votos de las clases populares, tanto rurales como urbanas, que en elecciones anteriores habían respaldado a figuras del MAS como Evo Morales y Luis Arce. Observadores políticos destacan que sectores como los mestizos populares de distritos clave, entre ellos El Alto, que históricamente habían forjado una identidad política con el MAS, decidieron en esta ocasión apoyar a Paz, evidenciando un cambio en las preferencias electorales.
Rodrigo Paz es hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, una figura de centro-derecha y líder del histórico Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), quien fue vicepresidente entre 1982 y 1984, y presidente de Bolivia de 1989 a 1993. Esta herencia política ha influido en su propia trayectoria. Nacido en 1967 en Santiago de Compostela, España, su infancia estuvo marcada por el exilio. En aquel entonces, Bolivia atravesaba un período de profunda inestabilidad política, lo que obligó a su familia a vivir en varios países como Colombia, Venezuela, Chile y Argentina. Paz describe esos años como un tiempo de persecución a la juventud y de familias que luchaban por establecer democracias.
En 1982, con el retorno de la democracia a Bolivia y la asunción de su padre como vicepresidente, Paz, a los 15 años, pisó suelo boliviano por primera vez. Completó su bachillerato en el prestigioso colegio jesuita de San Ignacio en La Paz, para luego trasladarse a Estados Unidos, donde cursó estudios de Relaciones Internacionales y una maestría en Gestión Política en la American University de Washington D.C. A los 32 años, ya casado y con su primera hija, decidió dedicarse a la política electoral.
Su carrera política comenzó en 2002 como diputado por Tarija. Posteriormente, asumió como concejal y presidente del Consejo Municipal de Tarija en 2010, y en 2015 fue elegido alcalde de la misma ciudad. Durante su gestión como alcalde, enfrentó acusaciones relacionadas con presunta corrupción en obras públicas. En las elecciones de 2020, se postuló como candidato a senador, y en la contienda presidencial actual, logró la victoria bajo la bandera de una formación política que había permanecido inactiva, revitalizada para ofrecer una alternativa a los votantes desencantados.
A lo largo de su carrera, Paz ha cultivado un estilo moderado y dialogante, distanciándose de posturas extremas en un país a menudo polarizado. Su enfoque se centra en la colaboración y el crecimiento conjunto, buscando diferenciarse de modelos que, en su opinión, han dividido a la nación. Su propuesta económica, el capitalismo para todos, busca reactivar la debilitada economía boliviana, afectada por la escasez de reservas, la alta inflación y la devaluación de facto de su moneda. Él enfatiza la importancia de que los ciudadanos puedan trabajar y prosperar sin la interferencia excesiva del Estado.
Entre sus propuestas económicas específicas, Paz ha mencionado la creación de un fondo de estabilización del dólar. Para fortalecer este fondo, buscará incrementar la bancarización en una economía donde la informalidad laboral supera el 80%, lo que implica una vasta cantidad de dinero circulando fuera del sistema bancario y sin tributación. Estima que los dólares no declarados dentro del país rondan los 9.600 millones de dólares. Para atraer estos recursos al sistema financiero, se compromete a crear facilidades y seguridades jurídicas, además de incentivar la repatriación de unos 7.000 millones de dólares que los bolivianos mantienen en el exterior mediante estímulos tributarios.
En cuanto a los combustibles, el presidente electo ha señalado que eliminará el subsidio general, pero mantendrá uno diferenciado para proteger a los sectores más afectados. También propuso un plan 50-50 para descentralizar los recursos públicos, permitiendo que las regiones administren el 50% de los fondos estatales y retengan el mismo porcentaje de la recaudación impositiva y la producción local. Esta iniciativa se basa en su experiencia como alcalde de Tarija, donde observó el potencial de las autonomías locales en la gestión presupuestaria y la toma de decisiones. Actualmente, el Estado central retiene el 80% de los recursos, distribuyendo solo el 20% entre más de 339 municipios, gobernaciones, universidades y entidades descentralizadas.
Tras su victoria, Paz enfrentará la compleja tarea de gobernar un país donde la confianza en las instituciones y la política se ha erosionado, y donde la crisis económica se perfila como una de las más severas de los últimos años