Anteriormente había señalado que este año estará marcado por las Elecciones Generales que, al igual que en 2019, este 2025 tiene situaciones similares; sí en 2019 había cansancio por Evo Morales, ahora también está profundamente decepcionada con el Movimiento Al Socialismo y no ve con buenos ojos los liderazgos tradicionales. En resumen, hay un descontento con el sistema político en general. El MAS enfrentó una crisis de legitimidad provocada por la repostulación de Evo desconociendo los resultados del referéndum del 21F; la manipulación de los resultados electorales de 2019 generó un malestar que culminó con una convulsión social que agravó las tensiones y dejó al país muy dividido que no ha podido recomponer su estructura ni con las elecciones de 2020.
De allí la importancia de estos comicios, por lo que está en juego, resolver las profundas divisiones políticas, sociales, regionales y raciales que existen desde siempre o seguiremos sumidos en nuestras contradicciones; en un contexto global de cambios geopolíticos y económicos, enfrentamos el reto de encontrar un liderazgo que ensamble con las demandas sociales y sepa interpretar los logros del pasado en función de las necesidades presentes. Los plazos son cada vez más cortos y con la contienda electoral en agosto, el panorama político refleja tensiones entre los actores tradicionales y los emergentes en medio de un creciente malestar social. Este proceso electoral no solo marcará el futuro inmediato del país, sino que también podría determinar las bases del sistema político boliviano. El panorama electoral es complicado, caminamos hacia una alta polarización, dominada por extremos y donde no hay lugar para posiciones intermedias; los actores políticos y las estrategias electorales jugarán un rol central. Sumar bastiones identitarios y bolsones poblacionales es importante, pero no bastan para ganar elecciones. Estamos ante el reto de que los liderazgos puedan tender puentes y puedan llegar a todos los sectores. En medio de una fragmentación intensa, Bolivia necesita encontrar espacios de aproximación para construir un futuro que integre nuestras diferencias.
Es impensable que la oposición se concentre solamente en sus propias agrupaciones sin plantearse un proyecto país que incluya a toda la diversidad. Es necesario que también superen su propia división para articular una sola narrativa, de otra manera no habrá forma de superar la eterna fragmentación que caracteriza a los opositores, estamos frente al desafío de apoyar un liderazgo que, no sólo reconstruya la República, sino también sea un factor de unión frente a la división que alimenta el masismo. El lema no se puede reducir a ver quién es más antimasista, hay que articular un proyecto unificador, una narrativa común que atienda las necesidades afectadas de la ciudadanía y que el gobierno ya no tiene capacidad de resolver. La crisis política del MAS no puede extenderse a la oposición, la política no es la destrucción del adversario, la confrontación en la oposición y en el MAS, elimina la posibilidad de construir una propuesta común en el “proyecto país”. La polarización puede terminar favoreciendo al MAS sea cual fuere su candidato, tiene una base identitaria que puede redefinir el panorama electoral. La clave será trascender esa división en la oposición y construir el proyecto que la mayoría de los bolivianos estamos necesitando. El resultado de las elecciones puede ser fruto de la polarización del voto derivado de la fragmentación también de identidades comunes por la incapacidad de articulación política.
La lucha interna en el MAS entre evistas y arcistas, por un lado, la incapacidad de la oposición para articular un proyecto inclusivo, por el otro, endurece el desencanto ciudadano, la población no tiene un panorama claro, peor con las encuestas, ni con el MAS ni con los tradicionales; el espacio para alternativas emergentes es cada vez mayor.
TIBURÓN
FERNANDO BERRÍOS AYALA
Politólogo
ferchoberrios@hotmail.com
FUENTE: www.opinion.com.bo/