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La educación superior, desde hace  un tiempo, se ha erigido en un problema cardinal, serio por cierto, aunque siempre lo fue, empero, la percepción actual y el interés generan en la población ingente inquietud por el reprochable y desconsiderado marketing académico publicitando a universidades que ofrecen, sin poseerla, una educación de excelencia, con las excepciones que conforman la regla.
¿Cuál es la causa de ese desconsiderado marketing educativo que confunde y perturba a los padres y estudiantes? Es la falta de modestia como una probada y eficaz virtud que hace reflexionar al ser humano, lo morigera y forja para evitar la falsedad y el fundamento tergiversado que engaña. 
Es una realidad incontrovertible que se ha abusado y se abusa del vocablo excelencia, terminando con desgastarlo y relativizarlo en su verdadera concepción semántica, entonces, cuando se  irrumpe en la opinión pública con el estandarte de la excelencia en las campañas de marketing educativo, es natural que gobierne con intensidad una duda razonable en los padres y los estudiantes que desean iniciar una carrera académica
La educación es el fundamento o sustrato elemental de toda sociedad directamente comprometida con el desarrollo del ser humano, como protagonista  único de la creación; aquí subyacen los valores  y la cultura. Se debe  situar en resguardo  aquello que  ha superado la prueba del tiempo y demostrado su utilidad fehacientemente de lo que se deba  entender y explicarse  a sí mismos de qué valores y de qué cultura se habla, pues este mundo esta colmado de publicidad engañosa que genera más confusión que esclarecimiento.
Sin duda, esta problemática  ha sido de gran importancia  en la historia y, hoy especialmente, asume una importancia vital por la desmesurada competitividad y ante el cambio de la época que se vive. Es cierto que no es sencillo introducir cambios  en el sistema y, de acometer este propósito, conviene, en primera instancia, reiterando, situar en resguardo confiable aquello que ha superado la prueba del tiempo y demostrado su fehaciente utilidad con la aspiración teleológica de alcanzar el completo desarrollo del ser humano en formación.
Hoy, como nunca, existen herramientas tecnológicas que deberían suministrar respuestas a las necesidades  actuales y las ideas nuevas necesitan ser puestas a prueba, pero nunca hipostasiarlas por el hecho de ser nuevas. 
Las modas son peligrosas pues algunos inconscientes piensan que basta con derribar los tabiques divisorios de las aulas, modificar la disposición de los pupitres, suplantar los libros por los  “papers” norteamericanos y, no faltan los que propugnan reducir al máximo el tiempo de duración de las carreras académicas, eliminar las clases, reducir los tiempos de lectura, suprimir los exámenes o evaluaciones porque no mejoran la educación y terminan con el sistema tradicional.
Lo razonable sería incorporar casi inmediatamente los logros intelectuales de otras culturas, pues es un avance ampliar el campo de los saberes, considerando sus límites, y tener en cuenta que el pasado sirve para interpelar el presente. El Internet es imposible de ignorar porque proyecta el futuro, pero no se debe caer en la ingenuidad de su pureza y fiabilidad, pues el Internet está controlado por megaempresas y esta realidad es un gravísimo problema debido a que desnuda una superlativa incógnita sobre la gestión política del conocimiento en las sociedades de información.
Es evidente que existe hiperinformación que produce un colapso informático que intoxica el pensamiento; otros afirman lo contrario, y que la  sociedad sigue desinformada pese a esa  montaña de noticias.
Como temporal conclusión, se podría  desterrar el conocimiento inútil, entonces, las Humanidades y la investigación serian inútiles porque la consigna son los conocimientos que generen beneficios económicos en corto plazo. Esto es una  burbuja de la  inmediatez pues  la posibilidad de logros a largo plazo no genera entusiasmo; como lo es subestimar a la docencia, pilar fundamental de toda institución universitaria, remunerando mal y cubriendo los puestos académicos de docencia con diletantes sin comprobar su formación académica integral, la  proclividad moral, habilidad y destreza para transmitir conocimientos sin reservas y asumir esta nobilísima actividad como un apostolado.
SAPERE AUDE
Raúl Pino-Ichazo T.
Abogado, posgrados en Derecho Aeronáutico, Arbitraje y Conciliación; Filosofía y Política
lawfirm_46@hotmail.com

FUENTE: www.opinion.com.bo/

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