Bolivia marcó un hito en su trayectoria democrática el domingo 12 de octubre, cuando a las 21:00 horas dio inicio al primer debate presidencial organizado por el Tribunal Supremo Electoral. Este evento histórico se desarrolló tras los preparativos habituales para este tipo de confrontaciones políticas, que incluyeron el sorteo para definir las posiciones en el estrado, el orden de las intervenciones y los discursos finales. La suerte sonrió a Tuto Quiroga, representante de la alianza Libre, quien obtuvo el privilegio de pronunciar las últimas palabras.
Mientras el encuentro tenía lugar, el ambiente político se manifestaba en las calles aledañas. En la avenida Arce de La Paz, simpatizantes del PDC se congregaron para expresar su respaldo a la fórmula Paz-Lara. Por su parte, la dirección de Libre había instruido a sus seguidores a permanecer en sus sedes de campaña, buscando evitar cualquier confrontación con los partidos oponentes, una directriz similar a la emitida la semana anterior. La ciudadanía, por su parte, expresaba sus expectativas; una consulta pública en Santa Cruz reveló un deseo generalizado de escuchar menos retórica y más soluciones concretas, especialmente ante la apremiante situación económica que afecta a millones de bolivianos.
El debate puso de manifiesto dos enfoques divergentes para abordar la crisis nacional. A lo largo de un intercambio caracterizado por la ausencia de ataques personales, ambos contendientes delinearon sus estrategias en torno a seis ejes temáticos fundamentales que estructuraron la discusión.
En el ámbito de las medidas económicas, Rodrigo Paz inició su exposición con un diagnóstico crítico, describiendo la economía como atrapada en un Estado tranca. Sus propuestas incluyeron una amnistía tributaria y una reducción de impuestos, con el fin de revitalizar la producción y ofrecer alivio a los pequeños empresarios. Su modelo, al que denominó capitalismo para todos, buscaba una distribución equitativa de los ingresos, con un 50% destinado al nivel central y el otro 50% a las regiones. Cuando Quiroga inquirió sobre la procedencia de los recursos en dólares, Paz afirmó que no recurriría al Fondo Monetario Internacional. Quiroga, en contraste, defendió el financiamiento externo, presentando un plan de rescate de 12.000 millones de dólares y tres acciones inmediatas: eliminar las filas para la adquisición de combustibles, contener el aumento de precios y traer washingtones. A pesar de las diferencias, ambos convergieron en la necesidad de estabilidad, con Quiroga concluyendo: Celebro las coincidencias; todos por Bolivia.
Respecto a la contención social, Paz abogó por la unidad nacional como antídoto contra la polarización. Prometió una política de tolerancia cero hacia el racismo, garantizar el libre tránsito, respetar la propiedad privada y asegurar la continuidad de los bonos sociales. Quiroga, por su parte, hizo hincapié en la eficiencia fiscal, advirtiendo contra el bicicletear la plata en referencia al gasto público. Propuso frenar la inflación y generar empleo de manera inmediata mediante proyectos de agua potable, riego e infraestructura rural, bajo el lema de estabilidad con esperanza. Paz respondió instando a recortes drásticos en gastos superfluos y a una gestión estatal austera.
El tema de la justicia y seguridad resultó ser uno de los más sensibles. Quiroga planteó una reforma integral basada en la meritocracia, la digitalización de procesos, penas acumulables y la creación de cárceles de verdad. Denunció que la detención preventiva se había convertido en una forma de castigo sin sentencia y se comprometió a combatir el narcotráfico con una política penal rigurosa. Paz, en respuesta, propuso la convocatoria de una cumbre nacional por la reforma de la justicia para alcanzar consensos y asignar mayores recursos al sistema. En cuanto a la seguridad ciudadana, planteó una Policía Nacional renovada, más profesional y transparente, y un modelo de gestión compartida al 50% con las regiones.
La energía, con los hidrocarburos y el litio, reveló un marcado contraste. Paz anunció una nueva Ley de Hidrocarburos con una distribución 50/50 de las utilidades para las regiones, y propuso transformar YPFB en una empresa de servicios, libre de corrupción. Su estrategia para el litio incluía un modelo de inversión mixto para desarrollar químicas básicas, potenciar el turismo y proteger los salares. Quiroga presentó una visión más liberal: una Ley de Hidrocarburos que garantice seguridad jurídica, promoviendo un renacimiento energético. Propuso la creación de una industria nacional de baterías y lanzó su iniciativa principal: una revolución propietaria liberal que distribuiría acciones por un valor de 1.500 millones de dólares entre los ciudadanos. Además, prometió reducir el IVA al 10% para dinamizar la economía.
En el bloque final, dedicado a la minería, agricultura y turismo, Quiroga defendió la biotecnología como un pilar para incrementar la productividad agrícola y propuso un reajuste de la Función Económica y Social (FES) para asegurar la seguridad jurídica de la tierra. En turismo, se comprometió a facilitar la obtención de divisas y a fortalecer la marca país. Paz, por su parte, argumentó que el desarrollo productivo solo sería viable priorizando la infraestructura rural, el riego tecnificado y la exportación con valor agregado. Sostuvo que la agricultura debe volver a ser el motor del empleo nacional y que el Estado debe ser un aliado del productor, no un obstáculo.
Este último encuentro presidencial entre Jorge Tuto Quiroga y Rodrigo Paz Pereira tuvo lugar una semana antes de la segunda vuelta electoral que definiría al próximo presidente de Bolivia. Durante casi dos horas, los candidatos expusieron propuestas, intercambiaron críticas y también dejaron interrogantes sin resolver, en un debate considerado crucial antes del inicio del silencio electoral.
El evento, transmitido ampliamente, fue calificado de histórico por su tono constructivo y la clara distinción de estilos. Quiroga apeló a su vasta experiencia y a la competencia técnica de su equipo, mientras que Paz enfatizó su discurso de renovación y la necesidad de cerrar un ciclo político para inaugurar un nuevo rumbo hacia el Bicentenario.
Ambos candidatos demostraron solidez en la presentación de sus programas, pero eludieron responder a ciertas preguntas específicas. Rodrigo Paz no detalló las reformas constitucionales que impulsaría desde el Legislativo para transformar la justicia, limitándose a mencionar leyes complementarias para fortalecer el Estado de Derecho. Tampoco precisó el tipo de contratos petroleros que favorecería —de riesgo compartido o de servicios—, prefiriendo evocar la guerra del gas y vincular a Quiroga con el Plan de Todos del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Por su parte, Quiroga tampoco clarificó el origen de los fondos que financiarían su propuesta de otorgar 1.500 dólares por persona como parte de su plan de propiedad popular, sin explicar si provendrían de las reservas internacionales, la explotación del litio o la cooperación externa.
A pesar de las diferencias y las preguntas pendientes, ambos coincidieron en un punto fundamental: Bolivia necesita restaurar la confianza y la institucionalidad. Por una noche, el país fue testigo de un debate desprovisto de insultos, centrado en diagnósticos y posibles caminos. En un escenario político polarizado, esta imagen por sí misma representó un claro signo de madurez democrática