La devoción a la Virgen de Guadalupe, celebrada en diversas regiones, tiene sus raíces en un santuario situado en Extremadura, España. Según el sacerdote e historiador Bernardo Gantier, la veneración comenzó cuando un pastor halló una imagen que dio origen a un lugar de culto. Este espacio fue evolucionando desde una pequeña ermita hasta convertirse en una gran basílica, atrayendo durante la Edad Media a numerosos peregrinos de distintas partes de la península ibérica.
A finales del siglo XVI, desde el convento de Guadalupe en Extremadura, se enviaron dos religiosos a América con el propósito de promover las cofradías dedicadas a la Virgen y recaudar fondos para una hospedería destinada a atender a peregrinos enfermos. Durante el viaje, uno de los monjes falleció, mientras que fray Diego de Ocaña continuó a pie a través de territorios que hoy corresponden a Perú, Chile y Argentina, hasta llegar a Potosí.
En esta ciudad, fray Diego estableció contacto con personas originarias de Extremadura y sus descendientes, quienes le solicitaron que pintara una imagen de la Virgen de Guadalupe. Según el relato del propio religioso, mientras trabajaba en la pintura, asistió a una misa en la catedral local y fue testigo de un terremoto. Al invocar a la Virgen, el sismo cesó, dejando heridos pero sin víctimas fatales.
La obra fue concluida en enero de 1602 y, tras ser exhibida en procesión, causó gran impresión entre la población. Se cuenta que los asistentes, entre damas y caballeros, ofrecieron sus joyas para adornar la imagen, lo que marcó el inicio de un profundo vínculo entre la comunidad y la Virgen de Guadalupe.
Con el tiempo, cada joya colocada en el manto de la Virgen fue adquiriendo un significado histórico, representando episodios relevantes de la región y del país. Entre estas piezas se encuentra un cofrecito de filigrana de oro que contiene la bala con la que fue herido el presidente Isidoro Belzú, quien sobrevivió al atentado y donó este objeto. Asimismo, se conservan cruces pertenecientes a arzobispos y una cruz que perteneció al mariscal Antonio José de Sucre, reflejando así la rica historia local a través de estos símbolos.
De esta manera, la imagen de la Virgen de Guadalupe no solo representa una figura religiosa, sino también un vínculo tangible con la memoria histórica y cultural de la comunidad

