Un médico boliviano-palestino se encuentra aún atrapado en la Franja de Gaza, sin una fecha definida para su salida junto a su familia. Refaata Alathamna, quien ha sido desplazado en nueve ocasiones, reside actualmente al oeste de Jan Yunis. Describe la situación cotidiana como una lucha constante por la supervivencia, marcada por una severa escasez de alimentos, que atribuye al bloqueo.

La búsqueda de agua para higiene y consumo, así como la de algo para comer, se convierte en la primera tarea del día, especialmente crítica en los últimos tres meses. Los mercados locales ofrecen muy pocos productos, limitándose a algunas verduras como tomate, pepino y berenjena, y con dificultad se consiguen arroz y lentejas. Los precios han escalado drásticamente; un kilogramo de tomate, que antes costaba alrededor de un dólar, ahora se vende por entre 18 y 20 dólares. Incluso una simple ensalada con ingredientes básicos puede costar cincuenta dólares, un precio impensable anteriormente. La movilidad dentro de la zona también es un desafío; cuando es posible, el transporte a menudo depende de animales como burros, que sufren por la falta de alimento y agua, además de soportar temperaturas elevadas.

El médico, que busca evacuar con su esposa, hijos y madre enferma, ha contactado a las autoridades bolivianas desde principios de 2024. Relata haber perdido la esperanza tras recibir repetidas veces la explicación de que su salida depende de la autorización de Israel. Por su parte, el Gobierno de Bolivia ha informado sobre las gestiones realizadas desde octubre de 2023, destacando la evacuación de 120 ciudadanos bolivianos mediante mecanismos de cooperación. No obstante, respecto al caso específico del médico, funcionarios han señalado que la espera por la autorización israelí podría prolongarse hasta por 18 meses, basándose en la experiencia con ciudadanos de otras naciones, y existe la posibilidad de que la solicitud sea denegada.

Alathamna expresa frustración al observar que personas de otras nacionalidades han logrado salir de la zona, cuestionando por qué los bolivianos no lo consiguen y sugiriendo que el gobierno podría ejercer presión a través de terceros países, organizaciones internacionales o Naciones Unidas, en lugar de depender únicamente de la autorización directa. Siente que ha sido olvidado por las autoridades bolivianas. Ante esta situación, intentó organizar su salida financiándola él mismo, incluso iniciando una campaña de recaudación para pagar el paso por la frontera con Egipto, la única ruta viable en su momento, pero esta opción se cerró tras la ocupación del área.

Recientemente, ha tenido contacto con el viceministro y personal de la embajada, quienes le han pedido paciencia y asegurado que están haciendo lo posible. El médico reflexiona sobre los aproximadamente 19 meses que lleva viviendo en condiciones extremas, enfrentando peligros constantes. Menciona un incidente reciente en el que resultó levemente herido por misiles que cayeron cerca del hospital donde trabajaba. Lamenta no haber recibido ningún tipo de soporte económico o psicológico por parte del gobierno boliviano hasta la fecha. Subraya la urgencia de su situación, afirmando que cada día que pasa es crucial, que la muerte es una cuestión de azar en medio de los continuos ataques aéreos, y reitera la necesidad imperiosa de ser evacuado de inmediato

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