Lo confieso: extraño el fútbol boliviano. De verdad. Lo que más extraño es despotricar contra él. Su desaparición me priva de uno de los placeres culposos que con más devoción cultivo. Una cadena de controversias jurídicas ha impedido que, a estas alturas, a mediados de febrero, con torneos oficiales en curso en prácticamente todos los países vecinos, Bolivia siga sin una fecha clara para el inicio de su liga profesional.
Primero fue la impugnación de Royal Pari al partido de vuelta por el descenso/ascenso indirecto, del que, en un arrebato estúpido de su exentrenador, el equipo cruceño se marchó antes de los 90 minutos, por estar en desacuerdo con un penal para Real Oruro que habría empatado la serie. El abandono de Pari fue sancionado con su pérdida de categoría y convirtió a los orureños en el décimo sexto club boliviano de primera. Luego vino el escándalo de Gabriel/Diego Montaño, el futbolista de Aurora que habría falsificado su identidad y edad para jugar como juvenil. Su participación en los dos campeonatos del año pasado llevó a que al menos cuatro clubes (entre ellos, los deportivamente descendidos Real Santa Cruz y Royal Pari) pidieran sancionar al jugador y al club, con la suspensión y eventual pérdida de puntos. Hasta la fecha, los tribunales deportivos bolivianos no se han pronunciado sobre ninguno de los casos.
En este contexto de incertidumbre, la FBF ha debido inventar un torneo amistoso de verano que se viene jugando desde hace unos días, con escasa expectativa y menos público. Habiendo roto negocios con Tigo Sports, la dirigencia del fútbol boliviano encara desde este año la transmisión de los partidos por cuenta propia, mediante la plataforma “Futbolcanal” que ha vendido los derechos de televisación a distintos operadores de cable y sucedáneos, ninguno de ellos de Cochabamba.
No me molesta que Costa haya roto relaciones con Tigo, que ha sacado provecho de un monopolio inevitablemente malsano en torno al fútbol profesional boliviano y sus derivados. Lo que me molesta es que la decisión federativa de “abrir” las transmisiones a otras empresas ha dejado a no pocos futboleros, como el suscrito, despojados de los tradicionales canales para seguir el balompié nacional.
Como no lo hacía desde hace buenos años, estoy volviendo a ver solo resúmenes de los partidos. Y a veces, ni eso. Buscar imágenes de goles en canchas bolivianas es una tarea que no me tomo con tanta emoción, salvo que tenga intereses (rojos) concretos. Lo poco que he visto son estadios con tribunas prácticamente desoladas que recuerdan a los días de la pandemia. Cuesta creer que la situación vaya a mejorar sustancialmente. Ni siquiera el arranque del torneo oficial, que podría ocurrir en abril, promete mucho. No queda más que esperar y atragantarse de fútbol internacional.
DIOS ES REDONDO
SANTIAGO ESPINOZA A.
Periodista
@EspinozaSanti
FUENTE: www.opinion.com.bo/