“El Carnaval cruceño siempre ha tenido los cambios que las generaciones y los tiempos le han demandado. Y nunca los ha sufrido, pues como todo lo cruceño, adopta para sí lo que le sirve, lo que le gusta, y lo que le conviene sin complejo alguno”, respondió Jorge Stratis, comparsero de muchos años, y experto en el tema, a la pregunta sobre las modificaciones a la fiesta grande de los cruceños en el último tiempo.
Ejemplificó que se cambian lugares, formatos, disposiciones y características, algunas veces acertadas, otras no, pero saben reformularse y se vuelve a probar. “Y eso solo puede darse mientras se respeten la escénica, las características fundamentales de nuestro Carnaval. Así podrán venir reguetoneros, traperos, o la nutrida música andina, pero la reina seguirán siendo la banda y/o la renovada tamborita. No me preocupan los cambios, pues con ellos no cambia nada en lo esencial”, remarcó.
Para el investigador Nino Gandarilla Guardia, la presencia de saya, morenada y tinku en el carnaval cruceño se ha presentado con mayor fuerza desde los años 90. Sin embargo, cree que la Asociación Cruceña de Comparsas Carnavaleras (ACCC) supo ordenar esta situación, dando también espacio a las presentaciones internacionales, pero poniendo énfasis en la identidad cultural cruceña.
“No creo que hubiera modificación al Carnaval cruceño, que es patrimonio nacional, que tiene sus características específicas, y que tanto en la capital como en la provincia, y en todo el Oriente, se lo celebra con los ritmos regionales”, dijo, y enumeró el taquirari, carnaval, chobena, brincao, atico, e incluso caluyo. 
“Más influencia podría decir que tiene la parafernalia internacional del fastidioso reggaetón, y con una influencia sobre la juventud, que ya cuesta incluso que valore su propia identidad”, cuestionó.
Para el docente universitario Max Torres, las ‘precas’ de los 90 fueron las mejores porque las comparsas juveniles daban más prioridad a la crítica social que a las coreografías, “que matan la extroversión y espontaneidad del camba”. Dijo que esta rigidez también se aplica para los ballets.
Mencionó un hecho de violencia como importante causa para que los jóvenes se encierren en garajes, volviendo sofisticadas las celebraciones, y alejándolas de lo tradicional. Con esto, el Carnaval de la calle se redujo a la Ballivián y vías adyacentes.
Según Stratis, la calle está tambaleando por la falta de compromiso de las autoridades, que deben brindar seguridad.
Stratis admitió que se extrañan El Caballito, las verbenas en la Plaza del Estudiante, pero cree que cualquier lugar permite mantener a tradición de ser, hacer y estar en un ambiente carnavalero. “Lo que no puede cambiar es que las comparsas sigan siendo comparsas -no camarillas-, y los ballets sigan siendo ballets”, recalcó.
Max Torres recomendó mayor innovación, como recurrir a la caricaturización en los carros alegóricos. “Por ejemplo que un personaje como Warnes aparezca no como estatua realista, sino como caricatura”, recomendó.
 
Entre septiembre, cuando se elige a la reina, y febrero o marzo, cuando se realiza el corso y los tres días, el movimiento económico en Santa Cruz beneficia a varios sectores que no les fue bien el resto del año debido a la crisis económica

FUENTE: www.eldeber.com.bo

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