En la región existe gran cantidad de patrimonio, historias y vivencias que configuran escenarios espaciales públicos con una alta carga de simbolismos en el orden de lo tangible con infraestructura construida e hitos naturales, y en el orden de lo intangible, con historias, mitos y tradiciones. Reflexionar sobre esta realidad, permite ver que una ciudad se dinamiza en función de experiencias agradables y placenteras otorgadas por la nostalgia y memoria colectiva del pasado, como también desagradables del presente, que generan rechazos, evocando en algunos casos vivencias míticas o religiosas. Así es como se generan narrativas de experiencias que otorgan referencias que permiten identificar espacios con fuertes cargas simbólicas muy aceptados por una población que los reconoce como parte constitutiva de su cultura e identidad.
El tiempo evidencia un cambio de roles en una ciudad y de pronto las vivencias de los ciudadanos se ven afectadas, la población empieza a crecer, se incrementa el uso del automóvil apuntando a una rápida expansión donde el centro histórico en paralelo a lugares antes representativos y protagonistas terminan deteriorándose tanto física como socialmente. Se observa un afán por lograr que servicios, actitudes y productos se estandaricen temáticamente para asociar vivencias locales a un comportamiento global, artificializando los lugares y, por ende, las relaciones humanas, dejando progresivamente de lado a costumbres propias y legítimamente construidas en el tiempo, perdiendo identidad y empujando a los habitantes a desconocer sitios con fuertes cargas simbólicas consolidadas por una historia.
Estas reflexiones permiten esbozar ideas para encontrar escenarios en el contexto cochabambino para configurar espacios que a manera de corredores culturales, no solo se limiten a mostrar expresiones en espacios físicos cerrados y prohibitivos para una gran mayoría, sino que también se extiendan a festivales y eventos al aire libre, a manera de democratizar las expresiones culturales con sus respectivas cargas simbólicas. Los corredores culturales son fundamentales para la vida cultural de la ciudad, proporcionando espacios de encuentro, aprendizaje y disfrute artístico para la comunidad, promoviendo la diversidad cultural y contribuyendo al desarrollo social y cultural de la región.
Pierre Bourdieu, sociólogo y filósofo francés, sostiene que, la cultura popular no es solo una forma de entretenimiento, sino también una forma de resistencia y de construcción de identidades.
CULTURA, ZOOCIUDAD Y TERRITORIO
JAIME ALZÉRRECA PÉREZ
Docente investigador IIACH- UMSS
japalpal@gmail.com
FUENTE: www.opinion.com.bo/