El sector de la construcción en Tarija atraviesa un período de profunda inactividad, marcado por la ausencia de nuevas obras y una notable escasez de inversión, tanto pública como privada. Esta parálisis ha forzado a un número considerable de trabajadores de la construcción a abandonar su oficio habitual en busca de nuevas fuentes de ingreso.

Miguel Ángel Balboa Mamaní, representante de la Federación de Constructores y Albañiles de Tarija, ha señalado que la compleja situación económica del país ha impactado severamente a sus afiliados, quienes se han visto obligados a reorientar sus actividades laborales para garantizar su subsistencia. Muchos han incursionado en el comercio informal, mientras que otros han optado por el transporte de pasajeros, trabajando como taxistas, o se han dedicado a labores agrícolas. La falta de proyectos de construcción de envergadura es la principal causa de este desplazamiento laboral, con las pocas oportunidades existentes limitadas a trabajos de pequeña escala y corta duración, sin el respaldo de instituciones o autoridades.

La remuneración para quienes aún logran mantenerse en el rubro también ha disminuido drásticamente. Un maestro albañil, cuya capacidad le permitiría gestionar un contrato con un valor diario de 180 bolivianos, en la práctica percibe entre 130 y 140 bolivianos, y estas oportunidades son escasas. Además, aquellos que consiguen ejecutar proyectos menores por cuenta propia enfrentan una preocupante falta de seguridad laboral. Carecen de los equipos de protección personal esenciales, como botas, cascos, guantes y cinturones de seguridad, exponiéndose a riesgos innecesarios durante sus jornadas.

Esta situación contrasta marcadamente con épocas anteriores, cuando la ejecución de grandes proyectos garantizaba no solo la provisión de indumentaria de seguridad, sino también acceso a seguros de salud para los trabajadores. Actualmente, la ausencia de tales iniciativas ha dejado al sector en una posición vulnerable. Para mantenerse a flote, muchos se limitan a realizar pequeñas refacciones o trabajos de mantenimiento, los cuales apenas cubren las necesidades básicas. Esta precariedad ha llevado a que un número significativo de albañiles haya optado por emigrar a otros países o retornar a zonas rurales como Padcaya, Bella Vista o Tolomosa, para dedicarse al cultivo de sus tierras. La presión económica es tal que, en muchos casos, los cónyuges también buscan formas de contribuir al ingreso familiar, a menudo asistiendo en estas tareas informales y de menor escala

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